La energía solar térmica o energía termosolar consiste en el aprovechamiento de la energía del Sol para producir calor que puede aprovecharse para cocinar alimentos o para la producción de agua caliente destinada al consumo de agua doméstico, ya sea agua caliente sanitaria, calefacción, o para producción de energía mecánica y, a partir de ella, de energía eléctrica. Adicionalmente puede emplearse para alimentar una máquina de refrigeración por absorción, que emplea calor en lugar de electricidad para producir frío con el que se puede acondicionar el aire de los locales.
El principio en el que se fundamenta cualquier instalación solar térmica es obtener la energía del sol mediante un conjunto de captadores y transferirla a un sistema de almacenamiento que la suministra cuando es necesario.
Por el interior de la placa circula un fluido caloportador, que puede ser agua, pero se suele usar un fluido que incluye anticongelante, que aunque disminuye su capacidad calorífica evita los peligrosos riesgos para la instalación de una congelación en invierno.
Este fluido caloportador se conduce mediante una bomba por un sistema de válvulas y tuberías aislados para evitar perder el calor que hemos captado en las placas solares a un intercambiador de calor que cede este calor al agua caliente sanitaria (ACS) que usamos para las aplicaciones domésticas, o en un intercambiador de calor para la calefacción y/o climatización de piscinas.
Actualmente, una instalación de energía solar cubre de media entre un 50 a un 80% del total de la demanda de agua caliente sanitaria de una vivienda, aunque hay zonas en las que el porcentaje es superior ya que el sol está presente durante prácticamente todo el año. El resto se suple con un sistema de apoyo energético. No se diseñan para cubrir el 100% porque para ello sería necesario instalar costosos sistemas de acumulación a largo plazo, que harían inviable el proyecto.
El principio en el que se fundamenta cualquier instalación solar térmica es obtener la energía del sol mediante un conjunto de captadores y transferirla a un sistema de almacenamiento que la suministra cuando es necesario.
Por el interior de la placa circula un fluido caloportador, que puede ser agua, pero se suele usar un fluido que incluye anticongelante, que aunque disminuye su capacidad calorífica evita los peligrosos riesgos para la instalación de una congelación en invierno.
Este fluido caloportador se conduce mediante una bomba por un sistema de válvulas y tuberías aislados para evitar perder el calor que hemos captado en las placas solares a un intercambiador de calor que cede este calor al agua caliente sanitaria (ACS) que usamos para las aplicaciones domésticas, o en un intercambiador de calor para la calefacción y/o climatización de piscinas.
Actualmente, una instalación de energía solar cubre de media entre un 50 a un 80% del total de la demanda de agua caliente sanitaria de una vivienda, aunque hay zonas en las que el porcentaje es superior ya que el sol está presente durante prácticamente todo el año. El resto se suple con un sistema de apoyo energético. No se diseñan para cubrir el 100% porque para ello sería necesario instalar costosos sistemas de acumulación a largo plazo, que harían inviable el proyecto.
Se trata, en general, de un sistema que permite aprovechar el calor del Sol para calentar agua u otro líquido. Este modelo puede aportar a una vivienda hasta el 80% del agua caliente que necesita. Está compuesto por un panel solar o captador, un depósito que almacena el agua caliente y un sistema de transporte por tuberías que hace circular el agua caliente producida y la cual se destina a la aplicación necesaria.
Dentro de las instalaciones solares térmicas se distinguen normalmente tres tipos:
Instalaciones de baja temperatura (permiten calentar fluidos hasta 80ºC aproximadamente).
Instalaciones de media temperatura (permiten calentar fluidos hasta 250ºC aproximadamente).
Instalaciones de alta temperatura (permiten calentar fluidos y generar vapor a temperaturas de más de 1.000ºC), ya que se dedican a la producción de electricidad.
Con un uso racional del agua caliente generada a través de este sistema no tendríamos la necesidad de recurrir al sistema secundario la mayor parte del tiempo. Sin embargo, un consumo indiscriminado de agua caliente haría que se vaciara el depósito y, a partir de ahí, tendríamos que recurrir al sistema secundario (gas, electricidad, etc.).
Los captadores no tienen riesgo de ruptura por tormentas fuertes o granizadas, (siempre y cuando las condiciones meteorológicas sean normales) ya que la capa que está expuesta al exterior está hecha con cristal templado similar al que se usa en las lunas de los coches. Por lo tanto, el mantenimiento es mínimo.
Los ahorros generados a través de la instalación de un sistema Solar Térmico pueden ser de hasta un 85% de nuestra factura de gas o electricidad destinada al Agua Caliente Sanitaria (ACS).
Los captadores no solo recogen la radiación directa, sino también la difusa y ésta se da tanto en días soleados como nublados. Es cierto que cuanto menos sol existe, menos radiación directa y menos recogerá el captador.
Los gastos mínimos propios al mantenimiento preventivo.
El sistema es cerrado, un fluido específico circula entre el colector y el intermediario. Se calienta en el serpentín del colector y llega al depósito para calentar el agua que entra fría.
El coste de una instalación solar térmica depende de su tamaño, la facilidad en su ejecución, la calidad de los equipos utilizados, etc.
El agua calentada en el depósito puede utilizarse para calefacción con un sistema de radiadores o suelo radiante, para consumo de agua caliente y para calentamiento de piscinas.
La temperatura disminuye 10ºC a las 72 horas sin sol.
Si, es totalmente compatible con cualquier instalación tradicional. No requiere instalación paralela.
En la ejecución de una instalación solar térmica será necesario cumplir lo establecido en el Reglamento de Instalaciones Térmicas en Edificios, el Real Decreto 865/2003 (prevención y control de la legionelosis), el Código Técnico de la Edificación (CTE).
Básicamente, recogiendo de forma adecuada la radiación solar, podemos obtener calor y electricidad, además de iluminación. El calor se logra mediante los captadores térmicos y la electricidad a través de los llamados módulos fotovoltaicos. Ambos procesos nada tienen que ver entre sí, ni en cuanto a su tecnología ni en cuanto a su aplicación.
El Sol produce una enorme cantidad de energía: aproximadamente 1,1 x 1020 kilowatios hora cada segundo (1 kwh es la energía necesaria para iluminar una bombilla de 100 Watios durante 10 horas). Esta energía es la que pone en marcha la «maquinaria» de la Tierra. Calienta la atmósfera, los océanos y los continentes, genera los vientos, mueve el ciclo del agua, hace crecer las plantas, proporciona alimento a los animales, e incluso (en un largo período de tiempo) produce los combustibles fósiles. Nosotros dependemos de la energía de las plantas, el agua, el viento y los combustibles fósiles para hacer funcionar nuestras industrias, calentar y refrigerar viviendas y para mover los sistemas de transporte.
Técnicamente sería posible aunque para producir agua caliente lo mejor son los Sistemas Solares Térmicos. En calefacción, la única posibilidad para aplicar la Energía Solar sería utilizar un Sistema Solar Térmico con suelo radiante.
Sí. De hecho es tan abundante que la cantidad que recibe la Tierra en 30 minutos es equivalente a toda la energía eléctrica consumida por la humanidad en un año. Y es que toda la energía que consume el mundo significa solo 1/7.000 de la Energía Solar que incide sobre la superficie de la Tierra cada año.
En otras palabras, el Sol produce aproximadamente 1,1 x 1020 Kilowatios hora cada segundo (1 Kilowatio hora es la energía necesaria para iluminar una bombilla de 100 Watios durante 10 horas).
Los equipos básicos para una instalación de suelo radiante se detallan a continuación:
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